Cuando perdemos a nuestros padres.
Pensamos que ellos siempre estarán con nosotros. Sabemos que algún día morirán , sin embargo no lo tenemos presente hasta que se han ido.
La vida es un corre corre. No tenemos tiempo para nada. El trabajo, los hijos, los quehaceres del hogar.
Solemos llamarlos para interesarnos por ellos, les queremos y estamos pendientes, sin embargo no tenemos mucho tiempo para visitarlos con la frecuencia que debíamos hacerlo.
Al cabo de los años nuestra vida se normaliza un poco, los hijos han crecido, cada quien ha hecho su vida. Ahora SI tenemos tiempo para ellos.
Pero, lamentablemente ellos no. Su tiempo se ha acabado.
Cuando mueren los padres, con independencia de la edad, las personas suelen experimentar un sentimiento de soledad y tristeza.
Es una muerte diferente a las demás. A su vez, algunas personas se niegan a darle la importancia que el hecho se merece, como mecanismo de defensa, en forma de una negación encubierta.
Esos duelos no resueltos se tornan en forma de enfermedad, fatiga, irritabilidad o síntomas de depresión. Los padres son el primer amor. Un amor incondicional.
No importa cuántos conflictos o diferencias se hayan tenido con ellos: son seres únicos e irreemplazables en el mundo emocional. Aunque seamos autónomos e independientes, aunque nuestra relación con ellos haya sido difícil .
Cuando ya no están, se experimenta su falta como nunca, más de forma de protección y apoyo que, de otro modo.
Una de las grandes pérdidas en la vida es la de los padres. Puede ser difícil de superar si hubo injusticia o negligencia en el trato hacia ellos.
Por eso, mientras estén vivos, es importante hacer conciencia de que los padres no van a estar ahí para siempre.
Son únicos y la vida cambiará para siempre cuando se vayan.
No hay un solo día que no extrañe a mis padres. Si tu tienes a tus padres vivos, disfrutamos, ámalos, valóralos, pues cuando decidas tener tiempo para ellos, sera muy tarde.