Confiar y creer

Escrito el 13/06/2019
Pastora Tovar


La confianza es la creencia que una persona o grupo será capaz y deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación y pensamientos.

Si creemos en algo o alguien es porque confiamos en ese algo o alguien. Luego, el diálogo con la realidad, el ensayo y error, el esfuerzo y aprendizaje, la recompensa que supone el logro, la realización y el placer de crear y transformar nacen de la confianza en uno mismo, en el otro y en la vida.

Creer es confiar y cuando confiamos nos permitimos abrirnos a nuevas posibilidades, nos permitimos crear.

Sin confianza no declararíamos nuestro amor, no traeríamos hijos al mundo, no invertiríamos para mejorar, no nos arriesgaríamos, no innovaríamos.

Sin confianza no merecería la pena vivir. Sin confianza no hay encuentro verdadero, motor de transformación de la realidad.

Sin confianza no podemos amar y no podemos abrirnos a la posibilidad de recibir amor. En realidad, el desamor no es más que la ruptura de una confianza en el otro.

Confiar y vivir van de la mano. Confiar y crear son uno.

Una de las cosas que nos tenemos que mentalizar a lo largo de nuestra vida, es que no todo lo que hagamos ni le va ni le ha de parecer bien a todo el mundo. 

Si queremos que nuestras acciones sean resultado de la opinión que la gente tenga de ellas no avanzaríamos. Tenemos que tener más fé en nosotros mismos y tenemos que educar a los que nos rodean a que podemos pedir consejo, pero eso no tiene porque significar que el que yo pida ayuda o asesoramiento me obligue a hacer lo que me has aconsejado. Como dice Covey, será mi elección.

El cuento dice así:

Un grupo de sapitos se reunió para intentar el mayor desafío de sus vidas, alcanzar la cima más alta de la comarca.

Los hombres que convivían con ellos no cesaron de decirles que su objetivo era imposible, y siguieron insistiendo mientras tenía lugar la carrera.

Muchos sapitos fueron abandonando, agobiados y desanimados por los negativos comentarios de la gente agolpada a su alrededor, que seguía repitiéndoles que no lo podrían conseguir.

Sin embargo, un sapito seguía a su marcha, ajeno a tanta opinión negativa, y al fin, ante la sorpresa de todos, logró en solitario alcanzar su cima.

Todos querían saber cómo lo había conseguido y pudieron averiguar que el sapito era sordo, que fue el único que no escuchó los veredictos y los prejuicios que habían hecho renunciar a los demás.”

Confía en tí mismo, sé positivo y lucha por lo que deseas, sólo así podrás mantener el esfuerzo para no parar hasta conseguir lo que pretendas. No escuches a los pesimistas.

¿Y tú? ¿qué sapito eres?